La Habana
"El petróleo de Alameda: exportar mientras Cuba se apaga".
Desde la redacción de #CubaHoy.
En Cuba ya se hizo costumbre vivir a oscuras. Apagones de 12, 14 y hasta 18 horas al día; hospitales funcionando a duras penas con plantas eléctricas; colas interminables por un litro de gasolina. En ese mismo país en ruinas, el gobierno anuncia con orgullo que ha exportado el primer cargamento de petróleo ligero de alta calidad extraído en Matanzas (Alameda‑2). Es un insulto.
"Exportar el alivio".
Ese petróleo, a diferencia del crudo pesado nacional, podría aliviar la sed energética del país si hubiera voluntad política y planificación técnica. Pero no: se prefiere venderlo afuera. ¿Por qué? Porque el Estado necesita dólares desesperadamente para sostener su aparato burocrático y no para resolver la vida de la gente. La exportación se convierte en un negocio rápido, mientras la población sigue pagando el precio del fracaso.
"Negocio para pocos, miseria para todos"
¿Quién gana? Las empresas extranjeras (Melbana y Sonangol) y los socios cubanos que cobran su parte. ¿Quién pierde? Todos los demás: millones de cubanos sin transporte, sin luz y sin esperanzas. Lo que debería ser un recurso estratégico para la recuperación interna se convierte en una mercancía que solo engorda las arcas del poder.
"La mentira de la infraestructura".
Se repite el argumento técnico: “las refinerías cubanas no están preparadas para procesar ese petróleo ligero”. Esa explicación es, en parte, cierta. Pero lo que no se dice es que hace décadas se sabía que la infraestructura necesitaba modernización, y se prefirió dejarla morir antes que invertir. La incapacidad de procesar ese crudo no es un accidente: es el resultado de años de negligencia y corrupción.
"Divisas manchadas de apagones".
Cada barril que sale de Matanzas rumbo a un comprador extranjero significa más horas de apagón, más hospitales sin electricidad, más transporte paralizado. Y, paradójicamente, ese dinero que entra no alivia al pueblo: alimenta al sistema que lo condena.
Exportar el petróleo de Alameda en medio de esta crisis energética no es una estrategia: es una traición. Es la prueba más clara de que el modelo no existe para servir a la gente, sino para exprimirla. Mientras el gobierno celebra sus exportaciones, Cuba sigue ardiendo de calor y de indignación en la oscuridad.
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