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"Cuba al borde del abismo: el colapso final de un sistema agotado".

Por: Juan Manuel Moreno Borrego 

Cuba vive uno de los momentos más críticos de su historia contemporánea. A las puertas de un colapso total, el país atraviesa una devastadora tormenta perfecta: la destrucción casi absoluta del sistema de generación eléctrica, el agotamiento irreversible de su economía planificada, la parálisis institucional y la falta de voluntad para reformar desde dentro un sistema que ha demostrado ser inviable.


La caída del régimen no es producto de una sola causa, sino de una falla multisistémica que ha corroído los pilares fundamentales del país: la economía, la política y el tejido social. El modelo de economía centralmente planificada, ejecutado bajo los preceptos de un Partido Comunista único que no admite oposición ni alternancia, ha demostrado ser incapaz de responder a los desafíos del presente. En lugar de adaptarse, el sistema se ha vuelto rígido, autorreferencial y aislado de la realidad.


Sin energía, sin producción, sin esperanza

La destrucción del sistema eléctrico nacional no solo deja sin luz a millones de cubanos, sino que apaga el motor mismo de lo que queda de industria, servicios e infraestructura. La crisis energética que asola el país no puede ser resuelta con medidas de contingencia. Es estructural. Y arrastra consigo al resto del país en una espiral de deterioro imparable.


La escasez de combustible afectará directamente al transporte terrestre, marítimo y aéreo. Esto conlleva no solo la inmovilidad interna, sino también la imposibilidad de mantener relaciones comerciales normales. Sin exportaciones ni importaciones, la economía —ya colapsada— se hundirá aún más, aumentando la presión social y acelerando el estallido de un caos que parece inevitable.


El sistema de salud, antes símbolo de orgullo nacional, también está al borde del colapso. Sin recursos, sin energía y sin suministros, los hospitales no podrán seguir funcionando. Lo mismo sucederá con los centros educativos, las oficinas públicas y cualquier espacio donde se requiera un mínimo de organización y logística.


Una revolución sin futuro

El discurso revolucionario que por décadas sostuvo al régimen ha perdido todo sentido ante la dura realidad del pueblo cubano. No hay promesas que puedan esconder el hambre, la oscuridad, la desesperación. La falta de separación de poderes y la nula posibilidad de implementar políticas económicas realistas hacen imposible cualquier salida dentro del marco actual. No hay márgenes para reformas mientras el poder esté secuestrado por un aparato político sin legitimidad y sin contacto con el pueblo.


Este no es simplemente el fin de un modelo, sino el colapso de una visión de país impuesta durante más de seis décadas. Cuba no necesita paliativos. Necesita un nuevo comienzo. Uno que solo será posible si se rompe el cerco de control totalitario que impide el surgimiento de nuevas ideas, nuevos liderazgos y nuevas formas de pensar el futuro.


Lo que viene no será fácil. Las semanas que siguen estarán marcadas por una aceleración del deterioro, una profundización del caos y un inminente colapso político. La gran pregunta es si quienes aún ostentan el poder están dispuestos a aceptar esta realidad... o si arrastrarán al país a una oscuridad aún más profunda con tal de mantenerse en pie sobre los escombros de lo que alguna vez llamaron Revolución.


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