"Cuba y la inevitable tormenta que antecede al cambio"
Por: Diana Mendiluza Díaz
Vicepresidenta Raíces de Esperanza en España
A medida que se acerca la fecha del 11 de julio, Cuba vive días especialmente tensos. Este año se cumple el cuarto aniversario de las mayores protestas populares en décadas dentro del régimen comunista. La crisis económica, agravada por una inflación galopante, desabastecimiento extremo y precariedad en los servicios básicos, ha puesto al país en jaque. En respuesta, el régimen cubano ha optado, como tantas veces antes, por la vía represiva, intentando ahogar cualquier vestigio de disidencia en la sociedad civil, ahora más consciente y valiente que nunca.
Sin embargo, estas acciones represivas son síntomas claros de debilidad, no de fortaleza. El régimen cubano está consciente del profundo malestar generalizado en la población y teme profundamente que se repita, con aún mayor intensidad, el grito colectivo del 11 de julio de 2021: “Patria y Vida”.
Los activistas, precisamente por representar la posibilidad concreta de una Cuba democrática, libre y reconciliada, se han convertido en blanco prioritario del aparato de control político. La vigilancia constante, el acoso policial en sus viviendas y la difamación en medios oficiales son mecanismos usados para desacreditarlos y aislarlos del resto de la sociedad. No obstante, paradójicamente, cada acción represiva del régimen no hace más que amplificar su voz y fortalecer su legitimidad moral ante una población que demanda desesperadamente vivir en libertad.
La proximidad del 11J es especialmente inquietante para las autoridades cubanas porque representa mucho más que una fecha; es un recordatorio poderoso del profundo descontento social acumulado por décadas de políticas fracasadas, corrupción institucionalizada y falta absoluta de libertades políticas. Cuatro años después, las mismas causas que provocaron las protestas originales no solo se mantienen, sino que se han agravado considerablemente.
El nerviosismo creciente del régimen no es gratuito. Históricamente, los gobiernos autoritarios suelen recrudecer su mano dura justo antes del colapso, en un intento desesperado por sostenerse en el poder. Así sucedió en Europa del Este en los años ochenta y noventa, en América Latina durante las dictaduras militares, y recientemente, en varias naciones africanas y asiáticas. Cuba no es la excepción a esta lógica histórica, hoy caminamos por esa misma senda, con una represión cada vez más aguda en un contexto de fragilidad política y crisis profunda. La historia indica que ese patrón suele ser el preludio del colapso del sistema.
Las recientes amenazas y represión, denunciadas a través de redes sociales, lejos de acallar las voces disidentes, fortalecen aún más la narrativa de resistencia pacífica. Los cubanos, sabemos que la hora del cambio está cerca. La pregunta ya no es si ocurrirá, sino cuándo y cómo será el tránsito hacia la democracia.
En estas horas decisivas, la comunidad internacional juega también un rol importante. Es fundamental que los actores globales mantengan sus ojos puestos sobre Cuba, condenen con firmeza las violaciones de derechos humanos y respalden, sin titubeos, los reclamos legítimos de los ciudadanos cubanos que anhelan democracia, dignidad y justicia social.
Así, el cuarto aniversario del 11J llega en medio de una tormenta que anuncia, inevitablemente, cambios estructurales profundos. No será fácil ni inmediato, pero sí inevitable. Como decía nuestro apóstol José Martí: “Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan”. Hoy más que nunca, la sociedad civil cubana está preparada para arrancar del suelo estéril de la dictadura, las semillas de una democracia que, aunque tardía, promete reverdecer con fuerza y resucitar a nuestro país.
Excelente análisis. Y para los que queremos un cambio hacia la democracia decimos como Julius Fucick: Hombres (y mujeres) estad alertas
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