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"PIB EN CAÍDA LIBRE: LA ECONOMÍA CUBANA ENTRE EL AUTOENGAÑO OFICIAL Y LA REALIDAD DEL DESASTRE"

Desde la Redacción de #CubaHoy

Cuando Miguel Díaz-Canel reconoció públicamente que la economía cubana se contrajo un 4%, no estaba haciendo un acto de transparencia, sino admitiendo a medias, un colapso que el pueblo vive desde hace años. Ahora, el nuevo ministro de Economía anuncia con optimismo que “se prevé un crecimiento del 1% para 2026”, como si una cifra maquillada pudiera ocultar la devastación estructural que sufre el país. Hablar de crecimiento del PIB en la Cuba actual no solo es irreal: es una burla.

El PIB, en teoría, mide la producción de bienes y servicios de una nación. Pero en Cuba, ¿qué se produce realmente? La industria está paralizada, la agricultura colapsada, el transporte en ruinas, el sistema energético al borde del colapso permanente y los servicios básicos degradados. El consumo interno no crece porque los salarios no alcanzan, la inversión privada está asfixiada por el control estatal y la inseguridad jurídica, y el gasto público se destina mayormente a sostener un aparato burocrático ineficiente y represivo. Bajo estos parámetros, una contracción del 4% no refleja toda la magnitud del desastre: solo confirma que el país sigue hundiéndose.

El anuncio de un supuesto crecimiento del 1% para 2026 resulta aún más insultante cuando se analiza con rigor económico. Para que el PIB crezca, deben aumentar el consumo, la inversión, la productividad y las exportaciones. Nada de eso ocurre en Cuba. Las exportaciones siguen cayendo, el turismo no se recupera, la inversión extranjera es mínima y el éxodo masivo ha vaciado al país de fuerza laboral calificada. Incluso si ese 1% llegara a registrarse en las estadísticas oficiales, sería un crecimiento artificial, probablemente impulsado por ajustes contables, inflación o reducción del consumo, no por un verdadero aumento de la producción.

Además, el régimen insiste en usar el PIB nominal como argumento político, ignorando que la inflación descontrolada distorsiona cualquier cifra. El PIB real, ajustado por inflación y por caída del poder adquisitivo, muestra una economía empobrecida, incapaz de garantizar alimentos, electricidad, medicinas o transporte. Y si se analiza el PIB per cápita, el panorama es aún más devastador: menos producción, más pobreza y menos población, porque millones han tenido que huir.

El problema de fondo no es una “mala racha” ni factores externos coyunturales. El problema es un modelo económico fracasado, centralizado, improductivo y hostil a la iniciativa individual. Sin reformas estructurales reales, sin respeto a la propiedad privada, sin libertad económica ni Estado de derecho, cualquier promesa de crecimiento es propaganda vacía. El PIB cubano no sube ni bajará por discursos; responde a la realidad material de un país exhausto.

Mientras el gobierno habla de porcentajes, el pueblo habla de hambre, apagones y desesperanza. Y esa es la verdadera cifra que ningún informe oficial quiere reconocer.

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