La Habana
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"Periodismo en Cuba: la voz silenciada de un pueblo que exige libertad"
Por: Juan Manuel Moreno Borrego
Cada 8 de septiembre, el mundo celebra el Día Mundial del Periodista. En países con tradición democrática, esta fecha representa un reconocimiento al trabajo de quienes, con rigor y compromiso, informan, investigan y actúan como guardianes de la verdad frente al poder. Pero en Cuba, lejos de la celebración, la jornada se convierte en un recordatorio de la persecución sistemática contra quienes ejercen el periodismo libre, independiente del aparato estatal.
Desde 1959, con la llegada del castrismo, la prensa dejó de ser un espacio plural para convertirse en un monopolio absoluto del Partido Comunista de Cuba. El propio Fidel Castro lo dejó claro cuando sentenció que "dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada". Esa consigna se transformó en una política de Estado: la censura. Los periódicos independientes fueron clausurados, las radios y televisoras pasaron a ser controladas por el régimen y el único discurso permitido fue el oficial. La Constitución de 1976 y sus posteriores reformas consagraron en el papel la “libertad de expresión”, pero con la condición de que esta no contradiga “los fines de la sociedad socialista”. En otras palabras: libertad solo para repetir lo que el poder aprueba.
En ese contexto, el periodismo independiente en Cuba se ha convertido en una forma de resistencia cívica. A pesar de carecer de garantías legales y de estar criminalizado por leyes como el Código Penal de 2022 o el Decreto-Ley 370, los reporteros libres han logrado documentar la represión, los abusos, la pobreza extrema y las múltiples crisis que vive el país. Sin ellos, sería imposible que el mundo conociera la magnitud de las protestas del 11 de julio de 2021 o los cientos de presos políticos que hoy llenan las cárceles cubanas.
El costo, sin embargo, es altísimo. Periodistas como Camila Acosta viven bajo vigilancia constante y hoy, en plena conmemoración, permanece sitiada en su casa. Otros, como Ángel Santi Esteban y Manuel Cuesta Morúa, sufren detenciones arbitrarias y hostigamiento permanente. Decenas más han sido encarcelados o forzados al destierro, entre ellos Lázaro Yuris Valle Roca, José Luis Tam Estrada, Mary Karla Ares y Iliana Hernández. Todos tienen en común el haber osado narrar una verdad que el régimen quiere ocultar: la de un pueblo cansado de la miseria, la censura y el miedo.
El contraste es abrumador: mientras en sociedades libres el periodista es celebrado como garante de derechos, en Cuba se le persigue como enemigo del Estado. El periodismo independiente en la isla no solo es un oficio, es un acto de valentía y la expresión más alta de activismo cívico. Por eso, en este Día Mundial del Periodista, más que celebrar, corresponde denunciar. Denunciar la censura, la represión y el silencio impuesto por un sistema que sabe que controlar la información es controlar la conciencia de la nación. Y al mismo tiempo, rendir homenaje a esos hombres y mujeres que, aún bajo asedio, siguen siendo la voz de millones que no pueden hablar.
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