Villa Clara 

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"Cuba en Oscuridad: Entre el Colapso Energético y la Traición al Pueblo"

Por: Antonio Suárez Fonticiella 

La Cuba de hoy se encuentra sumida en una de las crisis más severas de las últimas décadas. Los apagones se han convertido en la norma: en numerosos municipios las familias permanecen entre 25 y 30 horas consecutivas sin corriente, lo que imposibilita las actividades más elementales, desde cocinar hasta conservar los alimentos. La falta de electricidad también golpea la salud emocional y física de la población, incapaz de descansar durante noches enteras bajo el calor sofocante y la incertidumbre constante.


El sistema energético nacional está prácticamente paralizado. Varias termoeléctricas han dejado de funcionar por falta de combustible, generando un círculo vicioso donde cada día se repiten las mismas explicaciones oficiales, sin soluciones a la vista. Esta realidad afecta todos los ámbitos de la vida diaria y agrava una economía ya devastada, donde las tiendas han sido transformadas en establecimientos dolarizados, inaccesibles para la mayoría que vive en pesos cubanos devaluados. La población, en consecuencia, queda atrapada en un modelo de supervivencia marcado por la desigualdad y la exclusión.


Lo más alarmante es que, a pesar de esta crisis interna, el gobierno sigue exportando combustible a otros países. Se trata de un recurso nacional que pertenece al pueblo cubano, pero que termina en el mercado internacional, mientras millones en la isla padecen apagones interminables. Este comportamiento refleja un patrón de gestión en el que las prioridades del Estado no coinciden con las necesidades básicas de sus ciudadanos. El resultado es una doble injusticia: se castiga al pueblo con escasez y oscuridad, mientras se privilegia el ingreso externo a costa de su bienestar.


La crisis energética no puede analizarse de manera aislada. Es el síntoma más visible de un colapso sistémico: una economía en cero, una moneda sin respaldo, una infraestructura desatendida y una población exhausta que siente cada vez más que su sacrificio no se traduce en soluciones. En este escenario, la electricidad se convierte en un símbolo de la dignidad negada, pues no se trata solo de corriente, sino del derecho a una vida mínima de estabilidad.


El dilema de Cuba hoy no es únicamente técnico o económico; es profundamente político y moral. Un gobierno que desvía el combustible que podría aliviar a sus ciudadanos demuestra no solo incapacidad administrativa, sino también una traición a su pueblo. Mientras los hogares permanecen en penumbras, la sensación general es que la oscuridad no es solo la del apagón, sino la de un modelo que ya no ofrece respuestas.


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