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EL ODIO, LA DISCREPANCIA Y EL AMOR

Por Dagoberto Valdés Hernández 

Lunes, 11 de agosto de 2025


Un feo adjetivo denigrante está siendo usado por algunos en los medios de comunicación y en las redes sociales para descalificar al oponente, al de opinión diferente, al discrepante. Ese horrible calificativo es: “odiadores”.


Duele ver a un cubano usar contra otro cubano una frase entresacada de un texto mutilado de José Martí que han reducido a lo siguiente: “Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye”.


Sin embargo, es necesario poner la frase en su contexto, para comprender la esencia del pensamiento martiano ahora tan manipulado. El texto comienza hablando del amor. No de cualquier amor, sino del amor supremo, del amor cristiano, del amor más difícil y purificador: el amor a los enemigos. Es en contraste con ese amor al adversario, que Martí contrapone a los “odiadores”, es decir, a los que no son capaces de perdonar, e incluso, a los que no son capaces de la virtud heroica de amar a los enemigos. La frase completa de Martí dice textualmente:


“Se ha de amar al adversario mismo a quien se está derribando en tierra. Los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye”.


Así lo estampó en su “Sección Constante” para La Opinión Nacional de Caracas el 1º de junio de 1882.


Por tanto, la República que deseaba construir el Apóstol de Cuba no era fundada sobre el odio sino sobre el valor supremo y la virtud teologal del amor. Solo el que no fuera capaz de perdonar y amar al adversario, aún cuando se le “está derribando por tierra”, no es digno de esa República del amor.


Así lo expresa, más claramente, José Martí cuando escribió al patriota Enrique Messonier: “Nada me aturde ni desvía: fundaremos la casa de amor”. Y en otro lugar, en su discurso del 10 de octubre de 1889, hace del amor la ley suprema de la política: “La potencia del amor es ley de la política como de la naturaleza”.


Y para que no nos quepa duda del espíritu y de la letra del pensamiento martiano sobre el amor y el odio, recogemos solo algunos aforismos que confirman lo expresado por el mismo Martí:


“El cariño es la llave del mundo. Y el odio es un estercolero”. “El odio canijo ladra y no obra”. “Si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mí mismo”. “Solo el amor construye”.


*La discrepancia no es odio*


En efecto, no se debe llamar odiador al que disiente, al que critica, al que adversa un determinado proyecto, discrepando con métodos pacíficos y propositivos. El respeto al adversario es la puerta para el debate público. Quien ofende, cierra la puerta. Quien descalifica, derriba puentes.


El verdadero odiador es aquel que considera a todo el que discrepa como enemigo, como traidor, como escoria, como gusano. Los verdaderos odiadores son aquellos que, desde cualquier bando, denigran, descalifican, difaman, atacan, a los que disienten. Los odiadores son aquellos que organizan los actos de repudio y los que participan, los que reparten los palos y los que golpean a sus compatriotas por pensar diferente. Y aún más, a estos hay que redimirlos no llamándole odiadores, ni disimulando sus fallos, ni relativizando ni banalizando el mal, sino hay que salvarlos del error con la verdad, la justicia y el amor. Condenar siempre el mal, la mentira y el odio como método, pero tratando siempre de hacer justicia rescatando, rehabilitando, al que erró.


No habrá República nueva, ni se podrá reconstruir una Cuba libre, democrática, próspera y feliz, sobre los tenebrosos cimientos del odio y la venganza. Ya hemos vivido y estamos sufriendo los resultados de un proyecto parapetado en el odio de clases que pasó a ser odio al diferente; el proyecto que se afianzó sobre la muerte y la cárcel, que se edificó sobre la separación de la familia, sobre la discriminación, la represión y el repudio de los discrepantes. A este abismo nos han conducido estos métodos de odio.


Entonces, debemos tomar conciencia de que usando esos mismos métodos no lograremos construir “la casa del amor” en que quepamos todos. Al contrario, trabajemos en paz y usemos para abrir el futuro de Cuba “el cariño que es la llave del mundo” y el amor que es “la ley de la política”, como postuló Martí.


Y no nos dejemos engañar por los que consideran el cariño y el amor entre cubanos como una “flojera” o como una “traición”. Traicionar a la Patria de Luz y de Agramonte, de Varela y de Martí es no romper las cadenas del odio, la espiral de la venganza y la cultura de la muerte.


Poner el perdón y el amor como cimientos de la Cuba resucitada, es la única garantía para edificar una República verdaderamente nueva:


•⁠ ⁠Nueva en su forma de vivir la verdad con caridad.


•⁠ ⁠Nueva en ejercer la libertad con responsabilidad.


•⁠ ⁠Nueva en preservar la memoria sin amnesia.


•⁠ ⁠Nueva en administrar la justicia sin venganza.


-Nueva en que seamos capaces de organizar la República sin repetir ni perpetuar los mismos métodos que destruyeron el país.


•⁠ ⁠En fin, solo con el amor podremos alcanzar la sanación del daño antropológico que, por la cultura del odio impuesta, nos hemos infligido, entre nosotros mismos, los cubanos.


Que la discrepancia sea riqueza constructiva y que la amistad cívica y el amor fraterno sean el nuevo hábitat para poder vivir en paz y prosperidad todos los cubanos.


Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.


Foto Centro Convivencias 

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