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Intelectuales de Cuba
Pluralismo traicionado: el desmontaje silencioso de la revolución democrática.
Por Librado.
La lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista no fue obra de una sola voz ni de una única bandera. Fue un mosaico plural, donde convergieron liberales, comunistas, ortodoxos, religiosos, militares constitucionalistas, estudiantes reformistas, y jóvenes guiados por el ideal martiano de una república con todos y para el bien de todos.
Desde el Ejército Rebelde hasta el Directorio Revolucionario, pasando por el Segundo Frente del Escambray, la Organización Auténtica, los conspiradores institucionalistas del ejército —como Ramón Barquín—, y los mártires del 5 de septiembre en Cienfuegos, la Cuba insurrecta fue diversa. El sueño no era el socialismo prosoviético, sino la recuperación de la Constitución de 1940, el Estado de derecho y la justicia social.
Sin embargo, al calor del triunfo, los elementos más radicales y verticalistas, movidos por un afán desmedido de protagonismo, impusieron una transformación ideológica a espaldas del pueblo. El comunismo —ni debatido ni votado— fue implementado desde el nivel más alto, sin consulta ni legitimación democrática.
Fidel Castro, maestro de la teatralización política, desplegó una estrategia de simulación: creó escenarios de apoyo popular controlado, donde la masa no elegía, sino que era conducida a aplaudir lo ya decidido. Los sindicatos fueron intervenidos, los partidos disueltos, los medios unificados. Así, bajo el disfraz de unidad, se anuló el pluralismo que había gestado la victoria.
Mientras tanto, el enorme potencial del ejército batistiano—con superioridad logística y numérica— se desmoronó no en combate, sino por fatiga ética. El embargo de armas de Estados Unidos, la desmotivación al ver que el “el país líder de la democracia” los sancionaba, el precedente histórico de la Revolución del 30 donde el ejército sobrevivió al cambio y la promesa de restaurar el orden constitucional de parte de F. Castro socavaron su voluntad de combate. La corrupción interna terminó de minar la estructura militar, hasta convertirla en una sombra de sí misma.
La selección de Manuel Urrutia Lleó como presidente transicional, con reputación conservadora y apegada a la Constitución, fue una jugada estratégica para tranquilizar a las fuerzas moderadas. También las negociaciones con oficiales —que incluían garantías de respeto— transmitieron una sensación de transición republicana. Pero todo eso se desvaneció ante la imposición unilateral del modelo comunista, que pronto convirtió la pluralidad en subordinación.
La historia oficial presenta una revolución homogénea y triunfal. Pero la verdad es más incómoda y más rica: la revolución fue plural, y su pluralismo fue traicionado. Recordarlo no es nostalgia: es justicia con los caídos, y responsabilidad con los que aún buscan una Cuba donde todas las voces que han luchado por la libertad tengan espacio.
Epílogo integrado al artículo principal: la Noviolencia como garantía democrática.
Toda lucha armada exige concentración del mando, supresión de los mecanismos de deliberación, destrucción parcial o total de las instituciones republicanas. Son exigencias tácticas que, una vez ganada la guerra, tienden a reproducirse como estilo de poder. La revolución liderada por Fidel Castro lo ejemplifica: la centralización y verticalidad propias de la guerrilla se trasladaron intactas al nuevo régimen, que abolió el pluralismo bajo la bandera de la unidad.
La lección histórica es clara: la Noviolencia activa, planificada estratégicamente, constituye no solo un medio ético, sino una salvaguarda institucional. En lugar de destruir al ciudadano para fabricar una masa, lo rescata como sujeto político. Permite la recreación de instituciones, la articulación de sociedad civil y la emergencia de liderazgos democráticos.
No solo abre el camino hacia una transición con legitimidad, sino que ofrece garantías para la sostenibilidad del sistema democrático-liberal. Es, además, el único marco donde la paz social y la reconciliación nacional pueden ser cultivadas sin imposiciones ni simulacros.
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