Santiago de Cuba 

#CubaHoyVoces"Maduro bajo la lupa: riqueza confiscada, crimen organizado y el pulso geopolítico".

Por: Perceo Sandoval

La incautación de más de 700 millones de dólares en activos vinculados a Nicolás Maduro por parte de Estados Unidos no es un hecho aislado, sino un movimiento estratégico en el tablero de poder internacional. Aviones privados, mansiones en Florida, una finca de caballos, joyas, automóviles de lujo y hasta una residencia en República Dominicana forman parte de la fortuna que la fiscal general Pam Bondi describió como “el botín de una organización criminal”. La magnitud de los bienes confiscados no solo refleja la corrupción y el enriquecimiento ilícito de la élite chavista, sino que desnuda la contradicción más dolorosa: mientras millones de venezolanos enfrentan escasez de alimentos, medicinas y migran masivamente por hambre y violencia, el círculo de Maduro nada en lujos dignos de oligarquías internacionales.


La narrativa que acompaña estas confiscaciones es aún más contundente. Según fiscales federales en Nueva York, Maduro no es únicamente un gobernante autoritario, sino el líder de una red criminal conocida como el Cártel de los Soles. Esta estructura, nacida dentro de las fuerzas armadas venezolanas, habría evolucionado hasta convertirse en un entramado transnacional con vínculos con el Cártel de Sinaloa, la pandilla venezolana Tren de Aragua y otras mafias internacionales. El objetivo declarado en documentos judiciales fue “inundar de cocaína a Estados Unidos”, no solo como negocio, sino también como estrategia geopolítica para desestabilizar a su enemigo histórico.


El impacto regional de este modelo criminal es profundo. Reportes de inteligencia estiman que, desde hace al menos una década, entre 250 y 500 toneladas de cocaína han transitado anualmente por Venezuela, un país que pasó de ser potencia petrolera a convertirse en corredor estratégico del narcotráfico. Al colapsar los ingresos del crudo, el régimen chavista habría encontrado en las rutas de la droga y en la protección estatal al crimen organizado una nueva fuente de financiamiento. Esto explica la estrecha alianza de Maduro con grupos como el ELN colombiano o el propio Tren de Aragua, cuya expansión criminal ya se siente en Perú, Chile, Ecuador y otros países latinoamericanos.


El anuncio de la recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro es otro dato histórico. Nunca antes un jefe de Estado en funciones había sido objeto de una cifra tan alta: supera a la de Manuel Noriega, al propio Joaquín “El Chapo” Guzmán y a líderes de grupos terroristas internacionales. Este detalle no es menor: significa que Estados Unidos coloca a Maduro en la misma categoría de amenaza que los grandes capos del narcotráfico y los enemigos globales de la seguridad norteamericana. En términos políticos, también implica que Washington considera imposible una salida negociada mientras Maduro permanezca en el poder.


Sin embargo, la pregunta de fondo sigue abierta: ¿puede realmente esta presión internacional derribar al régimen? Si bien la confiscación de activos debilita el músculo financiero del chavismo en el extranjero, dentro de Venezuela Maduro mantiene control absoluto sobre las fuerzas armadas, las instituciones del Estado y los servicios de inteligencia. Además, la protección de actores internacionales como Rusia, China e Irán le ofrece un blindaje geopolítico que dificulta un aislamiento total. El caso de Cuba sirve de espejo: décadas de sanciones no lograron desmantelar un régimen autoritario profundamente arraigado en estructuras militares y represivas.


Lo que sí queda claro es que el chavismo ha mutado de proyecto político a estructura criminal. La frontera entre Estado y mafia se ha borrado en Venezuela, y esa transformación no solo afecta a los venezolanos, sino a toda la región. Cada tonelada de droga que sale desde sus costas, cada migrante que huye del hambre y cada alianza con organizaciones violentas expande el radio de acción de un sistema que ya no se limita a Caracas. En ese sentido, la ofensiva de Estados Unidos no es solo contra Maduro, sino contra un modelo que amenaza con consolidarse como el paradigma del “narco-Estado” en América Latina.


El cerco financiero y judicial contra Maduro continúa estrechándose, pero su permanencia en el poder dependerá de un factor clave: la lealtad de sus generales y la capacidad de seguir comprando fidelidades internas con los recursos que aún controla. La historia demuestra que cuando el crimen organizado se fusiona con el poder estatal, la caída puede ser más lenta y costosa de lo que esperan los actores internacionales. Por ahora, el régimen resiste, blindado por el miedo, la represión y la maquinaria de un narcotráfico que no conoce fronteras.

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