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“Cuba: el país de las promesas que no alumbran ni con velas”

Por: Antonio Suárez Fonticiella 


Cada año es lo mismo: promesas frescas, discursos optimistas y planes que según el gobierno lo resolverán “todo”. Mejor economía, salarios dignos, tiendas baratas, termoeléctricas sin fallos, comida abundante, viviendas listas… hasta parece un catálogo de ilusiones. Pero al final, lo único que sí cumple el régimen es el apagón.


Las termoeléctricas son como ese pariente que siempre promete venir y nunca llega: fallan a diario. La explicación oficial es conocida: “el bloqueo”. Claro, porque el embargo también tiene la culpa de que una planta de 40 años no funcione, o de que no haya ni piezas de repuesto. La verdad es que Cuba no está a oscuras por enemigos externos, sino porque el propio sistema es un agujero negro.


Los salarios son otro chiste cruel. Un médico cobra lo que cuesta una pizza en Miami: 16 dólares al mes. El pueblo gasta la mitad del sueldo en arroz y pollo, y aún así el gobierno insiste en que “la macroeconomía avanza”. Avanza, sí… pero hacia el barranco.


La comida desaparece como por arte de magia. La carne de res se volvió especie en extinción: de 172 mil toneladas en 2022 a solo 15 mil en 2024. El puerco, también huido. ¿La libreta de abastecimiento? Hoy es más un souvenir que una salvación. Pero el discurso oficial asegura que la distribución “está garantizada”. Garantizada, claro… en las tiendas en dólares.


Las casas se caen, los hospitales no tienen ni aspirinas y los damnificados de cada huracán siguen esperando los materiales “aprobados”. Eso sí, nunca falta un reportaje de televisión mostrando una obra terminada… en una maqueta. Cuba vive en versión PowerPoint.


Y la gente, cansada del teatro, se va. Más del 10% de la población ha escapado en apenas unos años. Jóvenes, profesionales, familias enteras. Todos votan con los pies porque saben que el futuro en Cuba es repetir el pasado con menos luz.


El problema no es falta de promesas, es que sobran. El gobierno habla de esperanza, pero entrega oscuridad. Habla de progreso, pero regala miseria. Habla de soberanía, mientras el pueblo sobrevive con remesas. Y lo más irónico de todo: el único sector que sí cumple sus metas es la propaganda.


Cuba no necesita otro discurso “inspirador”. Necesita electricidad, comida y un salario que alcance para algo más que sobrevivir. Las palabras ya no llenan ollas.

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