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"Cuba al borde del abismo: ¿La nueva avanzada estratégica de Rusia frente a EE.UU.?"

Por: Germán González 


El tablero geopolítico internacional vuelve a mirar hacia el Caribe, y en particular hacia Cuba, que podría estar siendo cortejada para convertirse en una base avanzada de armas estratégicas rusas frente a las costas de Estados Unidos. En medio de una escalada global en el desarrollo y despliegue de armamento nuclear, esta posibilidad trae inevitables ecos de la Crisis de Octubre de 1962, cuando el mundo se encontró a un suspiro de la destrucción total.


Hoy, más de seis décadas después, el escenario parece repetir patrones inquietantes. La rivalidad entre Washington y Moscú ha recobrado intensidad, marcada por sanciones, conflictos indirectos y una carrera armamentista que vuelve a priorizar el posicionamiento militar en puntos geográficos clave. En este contexto, Cuba, estratégicamente situada a apenas 145 kilómetros de la Florida, emerge como una ficha de alto valor para el Kremlin.


Sin embargo, aceptar ese papel tendría implicaciones enormes y peligrosas. El gobierno cubano, sumido en una crisis económica y política sin precedentes en la era post-soviética, podría ver en Moscú una tabla de salvación económica y militar. Pero ese acercamiento, más allá de lo propagandístico, conllevaría un precio que no pagarán los dirigentes, sino el pueblo: la Isla volvería a colocarse en el centro de la mira del Pentágono, reactivando su estatus como objetivo militar prioritario para Estados Unidos en caso de conflicto.


Las intenciones rusas, enmarcadas bajo el concepto de “multipolaridad” y “contrapeso a la hegemonía estadounidense”, en realidad responden a un interés geopolítico clásico: proyectar fuerza en el hemisferio occidental para debilitar la influencia de Washington y ganar poder de negociación en otros escenarios, como Europa del Este o Asia Central. No se trata de amistad entre pueblos ni de cooperación desinteresada; se trata de un ajedrez global en el que los peones, como siempre, son prescindibles.


Las consecuencias de convertir a Cuba en una plataforma de despliegue militar ruso serían inmediatas y graves. No solo se deteriorarían aún más las relaciones con EE.UU., afectando las pocas vías de cooperación existentes, sino que también se podría desatar una nueva carrera de vigilancia, operaciones encubiertas y presión diplomática contra La Habana. Además, cualquier incidente o malentendido en este contexto podría escalar con rapidez, arrastrando a la Isla a un conflicto que no inició y cuyas decisiones se tomarían lejos de sus fronteras.


La historia reciente demuestra que cuando las superpotencias juegan con fuego en territorios ajenos, las consecuencias para esos territorios son devastadoras. La paz en la región caribeña, duramente conquistada tras décadas de tensiones, no debería ponerse en riesgo por decisiones dictadas desde intereses externos y por una dirigencia interna dispuesta a hipotecar la soberanía real del país por supervivencia política.


El pueblo cubano merece más que ser moneda de cambio en las ambiciones expansionistas de Moscú o en el pulso geopolítico de Washington. La lección de 1962 debería ser un recordatorio doloroso de que, cuando los misiles se colocan sobre el suelo cubano, el precio de la “alianza” se paga en miedo, incertidumbre y riesgo existencial.


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