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Por: Espartaco Guerrero. 


"¿Quién es el criminal? La hipocresía del régimen cubano ante su propio historial de abusos"


Mientras el régimen de La Habana levanta la voz para acusar a Estados Unidos de "conducta criminal" por endurecer sanciones, el pueblo cubano vive cada día bajo una represión sistemática y un abandono institucional que deja un rastro de dolor, miseria y muerte. La pregunta no es si hay criminales en esta historia, sino quiénes son realmente.

La dictadura más longeva del hemisferio occidental ha hecho del sufrimiento popular una rutina, del control social una ciencia y de la impunidad un privilegio familiar. La reciente reacción del régimen cubano frente a las nuevas sanciones impuestas por la administración Trump, una medida polémica, pero predecible dentro de su política exterior, expone nuevamente el cinismo con el que el aparato estatal intenta lavar su imagen internacional.


"Pero, ¿de qué conducta criminal habla el castrismo?"


¿No es criminal que cada semana se reporten feminicidios en la isla mientras las autoridades callan o, peor aún, los minimizan con estadísticas manipuladas? ¿No es una atrocidad que poblados enteros vivan sin agua potable por más de tres meses, mientras se invierte en hoteles de lujo para un turismo fantasma? ¿Acaso no es criminal someter a millones de personas a apagones que superan las 40 horas consecutivas, mientras el régimen revende el petróleo subsidiado en el mercado internacional para engrosar los bolsillos de la élite gobernante?


Y más doloroso aún: ¿no es un crimen de Estado que los niños cubanos crezcan sin leche, sin alimentos esenciales, sin libros, sin futuro? ¿No es criminal encarcelar a ciudadanos, mujeres, ancianos, incluso menores de edad, por el único delito de protestar contra el hambre, la represión y la miseria?


Mientras acusan a otros de "conducta criminal", quienes detentan el poder en Cuba imponen el miedo como doctrina, la censura como ley y la pobreza como método de control social. La familia Castro y su heredero designado, Miguel Díaz-Canel, pretenden normalizar la opresión como si fuera un precio aceptable por la “soberanía”.


El verdadero crimen no está en las sanciones. Está en el despotismo que ha condenado a generaciones enteras a sobrevivir entre la oscuridad, el hambre y el silencio. Y mientras el régimen se atreve a señalar hacia fuera, los cubanos seguimos mirando hacia adentro, preguntándonos cuánto más puede soportar una nación antes de romper todas sus cadenas.

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