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"Militarización del Desencanto: El PCC Refuerza el Control en Medio del Colapso Social."



Por: Perseo Sandoval 

El X Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), celebrado en el Palacio de la Revolución, ha confirmado lo que muchos analistas y ciudadanos temían: en lugar de abrir espacios de diálogo o trazar un rumbo renovador frente a la aguda crisis nacional, la dirigencia ha optado por aferrarse a la línea dura, reforzando el poder político con figuras provenientes del aparato militar y de seguridad.


En un contexto de colapso económico, escasez crónica de alimentos y medicinas, migración masiva y un malestar social creciente, el gobierno ha decidido blindarse desde adentro. La inclusión en el Comité Central de altos mandos como el general de división Raúl Villar Kessel y el general de brigada Oscar A. Callejas Varcalce, ambos con posiciones claves dentro de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, es un mensaje claro: la prioridad no es el bienestar del pueblo, sino la preservación del poder mediante el control, la disciplina y el miedo.


El ingreso de Magda Resik Aguirre, figura mediática del oficialismo y defensora del discurso de la confrontación ideológica, completa el trío de nuevas incorporaciones. Su visión reduccionista de las redes sociales como simples instrumentos del “enemigo” deja poco margen para una autocrítica real, negando el legítimo cansancio de una población sumida en la desesperanza.


Mientras los discursos del Pleno repiten consignas de unidad, resistencia y culpabilización del embargo estadounidense, la realidad cotidiana en las calles cubanas es otra: largas colas, apagones, transporte colapsado, hospitales sin insumos y una juventud que sueña con escapar de la isla. El mensaje es nítido: ante la crisis, más control; ante el desencanto, más represión; ante el hambre, más retórica vacía.


Consecuencias para el pueblo:


La militarización del Comité Central no augura reformas ni alivios. Al contrario, refuerza el cerrojo autoritario sobre una sociedad ya al límite. La presencia de figuras militares en la cúpula del Partido anticipa un incremento de la vigilancia, la represión y la criminalización de la disidencia. Esta decisión puede traducirse en más operativos contra activistas, un uso más agresivo del aparato de inteligencia y una intensificación de la censura, sobre todo en el ámbito digital.


El pueblo cubano no necesita más uniformes en el poder. Necesita respuestas, soluciones reales, respeto a las libertades básicas y, sobre todo, un liderazgo dispuesto a escuchar, no a imponer. El camino elegido por el PCC parece ser el opuesto: cerrar filas, endurecerse y tratar la crítica como traición.

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