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"La farsa de las rendiciones de cuentas en Cuba: una ofensa al pueblo"
Por: Juan Manuel Moreno Borrego
Cada rendición de cuentas de los ministros ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) en Cuba no es más que un acto teatral, una pantomima cuidadosamente escenificada para aparentar transparencia en un sistema donde la rendición real de cuentas no existe. Las declaraciones de estos altos funcionarios —lejos de rendir cuentas al pueblo— funcionan como espejos deformantes: muestran la crisis, sí, pero la manipulan, la distorsionan y, sobre todo, la desvían de sus verdaderos responsables.
Uno de los ejemplos más insultantes es el del Ministro de Salud Pública, quien admite públicamente que la infraestructura sanitaria está en ruinas y que el sistema no cuenta con los recursos básicos para ofrecer atención digna a la población. Este reconocimiento, que en otro contexto podría parecer un acto de sinceridad, resulta cínico cuando se contrasta con las cifras oficiales que confirman que Cuba ingresa cientos de millones de dólares cada año por la exportación de servicios médicos a decenas de países. ¿Dónde está ese dinero? ¿Por qué los hospitales se caen a pedazos mientras los médicos son tratados como mercancía de exportación?
El absurdo se vuelve aún más grotesco cuando el llamado "Primer Ministro" —una figura meramente decorativa en el esquema real de poder— declara con aparente preocupación que el turismo ha sufrido una caída. Esto después de haber destinado miles de millones de dólares a construir hoteles y polos turísticos que permanecen vacíos o subutilizados, mientras el sistema eléctrico nacional colapsa y condena a la población a apagones interminables. Las prioridades del régimen están claras: el pueblo puede esperar, pero las inversiones para sostener la imagen del paraíso caribeño no se detienen.
Por si fuera poco, el propio presidente cubano llama a "reimpulsar la economía" con una receta ya desgastada: producir más. ¿Producir más con qué y para quién? ¿Después de haber desmantelado el tejido productivo durante más de seis décadas de políticas fallidas, centralismo autoritario y persecución a la iniciativa privada? Esta exhortación no es solo absurda, es insultante, y se convierte en una afrenta a la memoria colectiva de un país que ha sido sistemáticamente empobrecido.
Lo que ocurre en cada sesión de la ANPP no es una rendición de cuentas, sino una humillación pública: un acto en el que el poder se ríe del sufrimiento de la gente, sin asumir responsabilidad alguna por el desastre económico, social y humano que ha provocado. Estas declaraciones no son errores comunicacionales ni simples excesos retóricos; son pruebas del desprecio absoluto de una élite por su propio pueblo.
El pueblo cubano no necesita más diagnósticos hipócritas ni promesas vacías. Lo que necesita —y exige con urgencia— es un gobierno que rinda cuentas de verdad, que devuelva el poder a la ciudadanía, y que comience a reparar el daño profundo que ha causado. Mientras eso no ocurra, cada comparecencia de un ministro ante la Asamblea será solo una confirmación más de que el poder en Cuba no representa al pueblo, sino que se perpetúa a costa de él.
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