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"Cuba no puede seguir viviendo en una realidad maquillada"


Por: Diana Mendiluza Díaz

Vicepresidenta Asociación Raíces de Esperanza en España 


Cuba ha sido testigo de una declaración que raya en la insensibilidad. La Ministra de Trabajo y Seguridad Social, Sra. Marta Elena Feitó Cabrera, aseguró ante la Asamblea Nacional que “en Cuba no hay mendigos”, calificando a las personas más vulnerables, que viven en las calles como “deambulantes” que han hallado “un modo de vida fácil” limpiando parabrisas o pidiendo limosnas para pagar alcohol” . Esto, en un país donde el 89 % de la población vive en pobreza extrema, según el VII Informe del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), revela una cruel desconexión entre el discurso oficial y la realidad de millones de cubanos.


El VII informe del OCDH, titulado “El estado de los derechos sociales en Cuba”, detalla que el 89 % de las familias cubanas viven en pobreza extrema, un índice en auge y un golpe demoledor para los derechos fundamentales: alimentación, salud y vivienda. La misma fuente alerta, igualmente, de que el 91 % rechaza la gestión gubernamental, y solo el 4 % la respalda. Este dato, brutal por su contundencia, implica que una abrumadora mayoría —casi nueve de cada diez cubanos— suscribe carencias que van más allá del simbolismo: no tienen acceso a una dieta adecuada, a medicinas básicas ni a un ingreso digno.


La pobreza extrema significa que millones no llegan a cubrir el mínimo para subsistir. De acuerdo con el estudio, siete de cada diez cubanos han dejado de desayunar, almorzar o cenar en los últimos años. Ese es el escenario que expone las palabras de la ministra en un tono despectivo, como si hubiera optado por un discurso ajeno al peso del hambre, la miseria y la desprotección.


La declaración de la ministra no solo distorsiona la realidad; también viola el contrato ético entre gobernantes y gobernados. La función pública exige entender la realidad social, interpretarla y responder ante la situación. Cuando quien está al frente de uno de los ministerios claves niega la evidencia, la ciudadanía percibe un doble abandono: por un lado, el hambre y la vulnerabilidad; por otro, el acto de dignidad más básico, ser reconocido y atendido sin culpabilización.


Este tipo de discursos no solo refuerzan la brecha entre Estado y sociedad; profundizan la fractura de confianza. En un país con altos niveles de abstención, represión y emigración, estas declaraciones proyectan una tragedia silenciosa: los cubanos ya no solo sufren penurias materiales, sino también el desprecio institucional.


Frente a cifras como el 89 % de pobreza extrema, hablar de “modos de vida fáciles” no solo es insensible: es un atentado ético. La pobreza no es una opción voluntaria; es la consecuencia de un sistema que ha fallado en cubrir la matriz de derechos sociales.


Cuando el discurso público niega la realidad, impone un registro donde hablar de mendicidad o hambruna deja de ser permitido. Esa censura no solo borra rostros y circunstancias; borra responsabilidades, alimentación, esperanza.


Decir la verdad es el primer paso para reconstruir confianza. Una ministra que niega la pobreza muestra una cobardía institucional. Pero negar la dignidad de los otros es un acto de crueldad indeleble. Cuba no puede seguir viviendo en una realidad maquillada. Y para ello, necesitamos más que palabras, necesitamos políticas con humanidad y verdad, sin máscaras ni eufemismos.


Foto: unsplash.com



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