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"¿Y si todos hubieran callado? Se hubiera creado una nueva UMAP en Cuba"
Hace pocos días, la ministra de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, Marta Elena Feitó, sugirió públicamente imponer sanciones a quienes no trabajen o no estén vinculados laboralmente al Estado. Dijo, literalmente, que “al que no quiera trabajar, hay que aplicarle la ley”. La frase, aunque pronunciada con tono técnico, encendió la memoria colectiva.
Muchos cubanos reaccionaron con indignación, temor y rabia. Pero ¿qué habría pasado si nadie hubiese dicho nada?
Si esas palabras hubiesen sido aceptadas como algo natural o necesario…
Si el pueblo se hubiese quedado en silencio…
"La respuesta es clara: estaríamos abriendo la puerta a otra UMAP".
UMAP: El recuerdo que no quiere morir
Las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) funcionaron entre 1965 y 1968 como campos de trabajo forzado creados por el régimen cubano para “reeducar” a los considerados antisociales, vagos, homosexuales, religiosos o rebeldes.
Las personas eran detenidas, muchas veces sin juicio, por no trabajar para el Estado, no estudiar, ser “diferentes” o simplemente no encajar en el modelo del “hombre nuevo”. Allí, en condiciones infrahumanas, se les obligaba a cortar caña bajo vigilancia militar. El objetivo era “disciplinarlos”, romper su voluntad y convertirlos en piezas útiles para el sistema.
" ¿Y si todos hubieran callado hoy?"
Si las palabras de Marta Elena Feitó hubieran sido ignoradas, habríamos aceptado como sociedad que el Estado tiene derecho a castigar a quien no esté vinculado al aparato estatal. Y eso no es otra cosa que la legalización de la represión laboral, el retorno del control absoluto sobre los cuerpos y las decisiones de los ciudadanos.
¿Habrían enviado de nuevo a los jóvenes a campos en el campo? ¿A los pobres, a los independientes, a los inconformes?
¿Multarían a sus familias?
¿Los marcarían socialmente, como antes?
"Todo eso ya pasó. Y si no hablamos, puede volver".
Un guion leído, no una democracia viva
La ministra no improvisó. Como en todos los congresos del Partido Comunista, como en cada Mesa Redonda, como en cada sesión de la Asamblea Nacional, todo lo que se dice es leído desde un papel. Es un guion. Nada es espontáneo. Nada se dice “por error”.
La frase “hay que aplicarle la ley al que no quiere trabajar” no fue un lapsus, fue parte de un discurso diseñado, aprobado y ejecutado por el aparato político cubano. Como lo han sido todos los “lineamientos”, todas las campañas de control y todas las reformas impuestas sin participación ciudadana.
"El verdadero objetivo: obediencia total".
Si analizamos el libreto que se repite en los medios oficiales, los discursos, las asambleas, veremos que todo gira en torno a una idea central: control.
Control del pensamiento
Control del trabajo
Control del lenguaje
Control de la imagen
Control de la voluntad
Y quien no encaja, es etiquetado: antisocial, vago, contrarrevolucionario. Exactamente como en los años de la UMAP. El objetivo no es “trabajar”, es obedecer.
"Y las familias, otra vez en la mira"
Durante las UMAP, no solo castigaron a los internados: también se vigiló, marginó y presionó a sus familias. Muchos padres perdieron sus empleos, hermanos fueron excluidos de universidades, y barrios enteros eran instruidos para señalar a los “indisciplinados”. Ese sistema de culpa colectiva fue parte central del terror silencioso que marcó a generaciones.
¿Estamos dispuestos a permitir que eso ocurra de nuevo?
"La historia llama, pero no perdona"
El silencio es el terreno más fértil para la injusticia. Y en Cuba, cada vez que se ha silenciado a la gente común, ha nacido una UMAP, una Ley Mordaza, una “tarea” obligatoria. El riesgo hoy no es menor, solo más sutil.
Si aceptamos que el Estado castigue la pobreza con cárcel o multa, entonces no estamos tan lejos de 1965.
Si normalizamos que todos los discursos sean leídos desde un papel, sin crítica ni transparencia, entonces seguimos atrapados en un teatro de represión cuidadosamente escrito.
Y si callamos ante la injusticia, entonces ya empezó otra UMAP… solo que más moderna, más digital, y más disfrazada.
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