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Alzheimer ciudadano: el olvido inducido de la nación
Por: Juan Manuel Moreno Borrego
La enfermedad de Alzheimer es una de las afecciones neurodegenerativas más complejas, caracterizada principalmente por la pérdida progresiva de la memoria y el deterioro de las funciones cognitivas. Quien padece esta enfermedad puede reconocer a sus seres queridos, su entorno y a sí mismo en el espejo, pero es incapaz de recordar su pasado, sus vivencias, su identidad. Esta misma desconexión vital es la que hoy experimenta gran parte de la sociedad cubana: una nación que, tras décadas de un régimen totalitario, ha perdido la memoria histórica, la conciencia cívica y la capacidad de reconocerse a sí misma como una entidad soberana, en constante lucha por sus derechos y su libertad.
Así como un paciente con Alzheimer, el ciudadano cubano de hoy sabe que existe, que su entorno lo rodea, pero no puede reconocerse como un sujeto activo dentro de su sociedad. Ha sido despojado de la memoria histórica, del capital social que cimentó la identidad de la nación cubana, y se encuentra atrapado en un laberinto ideológico que lo ha dejado incapaz de actuar en defensa de sus derechos más fundamentales. Esta pérdida de identidad y autonomía cívica es el resultado de un proceso sistemático que, al igual que el Alzheimer, ha ido minando su capacidad para reconocer su función en la sociedad.
El daño antropológico infligido a la nación cubana no es un accidente, sino el resultado de más de seis décadas de un totalitarismo que, mediante la manipulación ideológica, ha moldeado generaciones que ya no reconocen el valor de la memoria histórica ni la importancia de sus propios derechos. El régimen, con su discurso triunfalista y su ideología absurda, ha orquestado un proceso de destrucción que ha mutilado la voluntad del pueblo cubano, relegándolo a una posición de desidia, apatía y conformismo. La manipulación ha sido tan profunda que el ciudadano prefiere consentir antes que disentir, abrazando una pasividad que lo convierte en un espectador de su propia historia.
En este contexto, lo que describimos hace algunos años como un Alzheimer ciudadano, hoy se manifiesta en el vacío de conciencia colectiva, en la incapacidad de reconocer a la nación como un sujeto cívico con derechos y responsabilidades. El diagnóstico sigue siendo válido: el pueblo cubano, al igual que el paciente de Alzheimer, mira a su alrededor, pero no se reconoce ni comprende su rol como actor en el cambio social y político.
Desde la perspectiva del poder, este fenómeno ha sido una victoria estratégica. Las huestes del régimen, los principales artífices de este proceso, han logrado aislar y desorganizar a la sociedad cubana, impidiendo la emergencia de liderazgos fuertes y coherentes. Aquellos que intentan hacer frente a la ideología dominante, enfrentan un sistema represivo que no solo criminaliza cualquier tipo de disenso, sino que también recurre a la manipulación y el adoctrinamiento de las generaciones más jóvenes.
Sin embargo, las estallidos sociales, como los vividos en el Maleconazo de 1994 o en el 11J de 2021, muestran que la chispa de la resistencia sigue viva. Pero, como observó Juan Manuel, estos momentos de explosión popular terminan siendo un "suicidio asistido", pues el desorden, la falta de liderazgo y la represión brutal conducen a una espiral de violencia y desesperanza que, lejos de liberar, fortalece al régimen.
La verdadera cura para este mal radica en el mismo pueblo cubano: en el empoderamiento cívico, en la recuperación de la memoria histórica y, lo más importante, en el auto-reconocimiento de la identidad social y el derecho soberano a tomar decisiones políticas. El camino hacia la recuperación de la libertad y la democracia no puede depender de fuerzas externas ni de intervenciones ajenas. Es una lucha interna que requiere el fortalecimiento de un liderazgo auténtico, capaz de unir a las masas en un proyecto común de cambio.
El reto ahora es claro: fomentar un proceso de transición que no se base en estallidos caóticos, sino en una visión estratégica que restablezca el tejido social, reconstruya la identidad colectiva y devuelva al pueblo cubano la capacidad de reconocerse como sujeto de su propia historia.
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