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"¿10 años por asesinar a un anciano? Cuba no puede seguir premiando al crimen".

La madrugada del 21 de julio en el reparto Vista Alegre, Holguín, fue escenario de un crimen que estremece hasta el alma. Ángel Ramírez, un hombre de 73 años, fue salvajemente asesinado mientras cocinaba en su casa. Un sujeto identificado como Carlos Alberto Cuello, alias “Polo”, irrumpió en su hogar, lo golpeó brutalmente hasta dejarlo inconsciente, le fracturó la nariz y lo asfixió hasta quitarle la vida. Todo esto por robarle una bicicleta, un balón de gas y un teléfono. Así terminó la vida de un hombre que habría cumplido 74 años solo dos días después.

Gracias a la colaboración ciudadana, el asesino fue identificado y capturado esa misma noche. Pero lo que debería haber sido un paso hacia la justicia se convirtió en una nueva afrenta para la familia y para todo un pueblo que ya no sabe cómo protegerse. Se habla de una condena de apenas 10 años de prisión, e incluso con posibilidad de reducción. ¿Qué justicia es esta? ¿Qué mensaje se le envía a los asesinos cuando matar a un anciano indefenso podría salir tan barato?

La familia denuncia con dolor e impotencia que al capturado se le encontraron los famosos “papelitos” en los bolsillos, lo que despierta sospechas de corrupción y protección por parte de las autoridades. ¿Cuántos crímenes más deben ocurrir para que el Estado cubano responda con seriedad y respeto a la vida humana? Ángel Ramírez no era solo una víctima: era padre, abuelo, amigo y un ser querido por su comunidad. Su vida vale más que una década de encierro a medias. ¡La impunidad mata y el silencio del sistema lo perpetúa!

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